Escribe Chris:

Llegó el momento de conocer Halong Bay, una de las Nuevas 7 Maravillas de la Naturaleza. Para recorrer la bahía, decidimos dejar de lado momentáneamente nuestro presupuesto de rango medio y nos embarcamos en un crucero de lujo por 24 horas.

La bahía es increíble, desde mi punto de vista tiene muy bien ganada su reputación. Son tres mil isletas con montañas de piedra caliza sobre un agua muy tranquila. Increíble! Aunque, como era de esperarse, nos encontramos con la paradoja de este tipo de lugares. Es tan popular que estaba llenos de barcos, estuvimos muy lejos de tener el paraíso para nosotros solos. Pero por otra parte, si no fuese tan popular, probablemente no hubiésemos venido. El ying y el yang del desarrollo turístico. 

 












 
 
La primera parada del barco fue en la Surprise Cave. Una cueva enorme donde la mano del hombre está puesta en su medida justa, con algunas escaleras e iluminación en los lugares donde hace falta. Sacamos muchísimas fotos dentro de las cuevas, fuimos los últimos en salir de nuestro grupo. Nos fascinó el lugar!!!

 
 
 
 











 































 
 























 

 
El segundo destino del día fue una isla donde hay un mirador bien alto para apreciar la bahía y una playita donde relajarse un rato. Las vistas son increíbles pero había demasiada gente. Incluso en las fotos pueden ver la cantidad de barcos presentes!

 
 







 






 








 



 
 
Algo curioso que nos pasó es que se acercaban botes al barco para vender souvenirs!

 




















 
Seguimos navegando un rato más, y nos sorprendió el atardecer, que desde el barco tuvo una magia especial.

 


 










 

Y la noche no se quedó atrás!!!

 










 


 
Escribe Vicky:

Este día fue un páramo entre tanto trajín de los últimos días. Fue como estar en un hotel con spa de 5 estrellas, pero además con una vista increíble, navegando por una de las bahías más lindas del mundo. Realmente impagable! El crucero era chiquito pero acogedor, lujoso y muy bien mantenido. Nos hizo acordar un poco al Titanic pero en miniatura. No será mucho? Parece que nos gustó jaja!

Al abordar nos cayó encima una lluvia de pétalos de rosa totalmente inesperada y a partir de ahí no menguaron las atenciones. Nos malcriaron a más no poder. El servicio fue genial, una atención espectacular. La comida, ni hablar, todo gourmet. La habitación como de película, por supuesto que chiquita, porque mucho no se puede esperar, pero con todo lo necesario. Hasta tenía un balconcito con mesa y sillas para apreciar la belleza del lugar y tomar fresco durante la navegación.

 
 
 



















 

















 


 


 
Apenas llegamos, nos dieron unos minutos para acomodarnos y nos esperaba el almuerzo. La navegación, casi imperceptible en cuanto al movimiento, pero lo suficiente como para que cambie el panorama a cada minuto. Estábamos fascinados!

Hicimos todas las actividades que proponían los organizadores de la travesía, no nos perdimos nada! En realidad sí, nos perdimos la película que pasaron a la noche, ya que después de cenar estábamos muertos y preferíamos madrugar día siguiente para la clase de Tai Chi.

Las cuevas que visitamos realmente ponían la piel de gallina, fue genial explorarlas, lástima que medio a las apuradas… no nos dejaban sacar nuestras fotos en paz jaja!

En el crucero medio que nos tenían al trote, todo el tiempo nos daban 'instrucciones' sobre las siguientes actividades. Obvio que está en uno si quiere sumarse o no.

La cena fue de reyes, con cinco pasos, no se podía creer la cantidad de comida que nos sirvieron, me hizo acordar a las bodas españolas con tantos platos! Todo riquísimo, pero claro, el postre se llevó absolutamente todos los premios, sobre todo en una dulcera como yo. Era una especie de mousse de chocolate caliente y burbujeante, servido dentro de lo que parecía una berenjena que hacía las veces de recipiente. El sabor y la textura de ese chocolate es algo indescriptible… la sensación era de no querer que se termine nunca, como el crucero…

 













 

A la mañana siguiente, a eso de las 6.30 hs, comenzamos nuestra clase de Tai Chi, para arrancar el día con mucha energía, estirando bien los músculos y moviendo las articulaciones. Todo esto en la cubierta del crucero, con el sol naciente a nuestro lado y la brisa de la mañana que era como una caricia. Espectacular!

 

 







 



   

Con las energías renovadas y luego de un super desayuno recuperador, llegamos a Luon Cave, una laguna a la que se llega remando cuando la marea está baja, previo paso por una cueva.

 
 
 















 

 










 
 





 
 
 

 
Debajo pueden ver un video con la entrada a la cueva y otro dentro de la laguna donde nos recibió una familia de monitos.

 






  



 
 
Como compañeros de viaje teníamos algunas parejas jóvenes, otras más grandes y dos familias de Estados Unidos que viajaban juntas. Estas últimas resultaron de lo más agradables y charlamos mucho, sobre todo con uno de los dos jefes de familia, Ron. Tienen una forma de ver la vida y el mundo muy abierta y realmente fue un placer charlar con ellos. Les enseñan a sus hijos a ver más allá de su vida en EEUU y que conozcan otras culturas y a otras personas que viven de manera diferente a ellos. Ron nos decía que no quiere que sus hijos crezcan con el discurso yankee de que son los mejores del mundo. Quedamos en contacto, ya que son bastante viajeros como nosotros, así que seguramente nos encontraremos en Arizona, Buenos Aires o en cualquier otro rinconcito del mundo. También estuvimos charlando con una pareja de gente mayor de Perth, Australia, quiénes nos dijeron que era un hermoso lugar para vivir y nos animaron para que vayamos a instalarnos allá!

 












 
 
Visitar esta bahía fue una experiencia impagable, no sólo porque pudimos conocer otra de las maravillas del mundo, sino también por la calidad humana que encontramos. Y por qué no, por cómo nos malcriaron!!! Jaja!

 










 
 
 
 
Escribe Chris:

Y así terminan nuestras dos semanas explorando Vietnam. Teníamos muchas expectativas, las cuales incluso fueron superadas. Fue una pegada recorrer de sur a norte, en cada lugar aprendimos cosas nuevas de la vida y la cultura de este atrapante país. Y desde luego que quedaron cosas por hacer, como por ejemplo conocer las montañas, los campos de arroz y los senderos de trekking en la zona de Sapa, en la frontera con China. Mejor así, ya tenemos una excusa para volver!